Nos reunimos esta noche para honrar la memoria de un ser humano especial:  Juan Mari Brás.

Desde muy temprano en su vida este ilustre jurista y humanista comprometió su vida en la defensa de los derechos individuales y colectivos de la Nación durante más de 60 años. La dedicación, constancia y compromiso que demostró forma parte del acervo cultural de la Nación en gran parte del Siglo XX y en los albores del Siglo XXI. Su tránsito político es variado, intenso y diverso. Incluye, la fundación de la Juventud Independentista Puertorriqueña (JIP) que presidió en 1944, la participación en la fundación del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) en 1946, la participación en la fundación del Movimiento Pro Independencia (MPI) en 1959, posteriormente transformado en Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en 1971. Luego participa en el proyecto educativo Causa Común Independentista en 1989 y en 1993 organiza el Encuentro Hostosiano por la Independencia, en el que convergen importantes organizaciones independentistas.

Juan ingresó a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras en 1944. Fue portavoz del comité de estudiantes de la UPR que recibieron a Don Pedro Albizu Campos a su arribo a Puerto Rico, luego de once años de prisión y destierro. El 15 de diciembre de 1947, participó en el histórico izamiento de la bandera puertorriqueña en la Torre del campus de Río Piedras para honrar al líder nacionalista. Como resultado de esta acción, fue suspendido y luego expulsado por el entonces rector Jaime Benítez. Al momento de la suspensión, estaba en vísperas de terminar los requisitos del bachillerato.

Por motivo de la huelga universitaria de Río Piedras en 1948, Juan fue encausado por varios cargos criminales, por lo cual cumplió cárcel en la prisión de La Princesa y la Cárcel de Distrito de Guayama en el verano de 1951. Fue admitido en el Florida Southern College. Allí obtuvo el grado de Bachiller en Artes. En el 1949 ingresó en el Colegio de Leyes de The George Washington University. En enero de 1951, respondiendo a un operativo del FBI, fue expulsado de la institución. Comenzó de nuevo sus estudios de derecho, esta vez en The Washington College of Law of the American University, donde obtuvo el título de abogado en junio de 1954.

Durante su incumbencia como Secretario General del MPI-PSP, dirigió en varios periodos el periódico Claridad, del cual fue fundador, y escribió por más de veinte años la columna "Comentario Político". Este destacado líder de la independencia trabajó intensamente en los foros internacionales, en las Naciones Unidas y a nivel local. Publicó importantes escritos en libros y revistas concernientes a la lucha por la independencia, participó en foros radiales, televisivos; publicó en la prensa del país, educó a todos los niveles. Ejerció la abogacía en defensa de los menos favorecidos, trabajadores e indigentes, en defensa de la Nación y todos sus planteamientos y todas sus acciones giraron en torno al reclamo de los derechos humanos de nuestro Pueblo. Fue gestor y fundador, así como catedrático, de la Escuela de Derecho Eugenio María de Hostos en Mayagüez.

Asumir la reponsabilidad histórica de representar a un Pueblo es la tarea más ardua y difícil que pueda trazarse un ser humano. Siglos de opresión, de humillación, de esclavitud y servidumbre han marcado la historia de nuestro régimen colonial que ya alcanzó la edad de los siglos. La vida de Juan y la de otros compañeros y compañeras constituye una ruptura con esa historia de sumisión e indignidad a la que el imperio español y norteamericano han pretendido someter a nuestro Pueblo. Por ello, rendimos sentido homenaje a su vida y lo que ella representa: las mejores cualidades del ser humano, el valor venciendo al oportunismo, la verdad prevaleciendo sobre la injusticia, el amor triunfando sobre la opresión, y la pasión por la libertad desterrando la sumisión.

La historia de esta Nación se construye a partir de la lucha por los derechos humanos y civiles, del ente colectivo y de los distintos grupos sociales marginados o discriminados. Se ha contaminado nuestro ambiente, se ha violentado nuestro sistema de derecho, se han negado los derechos fundamentales individuales y colectivos, se ha violentado el principio de autodeterminación e independencia, se han negado derechos sociales y económicos y se nos . ha tratado de forma despectiva y denigrante como sujetos fuera de la historia y del sistema constitucional. Esta violencia contra la existencia de toda la Nación se traduce en la negación de nuestra personalidad jurídica y en la privación de nuestro derecho de soberanía territorial y de nuestro destino.

Encontrar voces e instrumentos reivindicativos para esos sectores y entidades no ha sido una tarea fácil. La soledad marca la pauta y la ruta de la Nación en la noche oscura de.dl olor y el sufrimiento.

¿Cómo olvidar a los que renunciaron a todo en su vida por el amor colectivo a esta Nación? Así, la vida de Juan es un eterno compromiso con luchas fundamentales, tales como, la defensa del idioma, nacionalidad y soberanía, denuncia de la situación colonial e intervención militar de nuestro territorio, denuncia de la represión y persecución política del movimiento de liberación nacional, defensa de los trabajadores, del ambiente y la salud de las comunidades, defensa de los recursos naturales, reclamos de derechos civiles y humanos en todas sus manifestaciones, derechos sociales y económicos.  Cada uno de esos sectores puede dar fe y testimonio de su presencia, de su contribución y de su compromiso inquebrantable para defender los derechos humanos.

La historia de esta Nación también atestigua compromisos existenciales de alta trascendencia con los derechos de la mujer, los derechos de la negritud y el reclamo de la personalidad jurídica. Se destaca en la trayectoria de trabajo político de Juan Mari Brás el pleito de la ciudadanía de puertorriqueña. Esa controversia jurídica que Juan elevó a la Corte Suprema de Puerto Rico traza las coordenadas de la historia de violaciones a los derechos humanos perpetradas por Estados Unidos desde la invasión de nuestro territorio en 1898. Hostes, definió en un principio el concepto de personalidad jurídica que asiste al Pueblo de Puerto Rico como derecho fundamental:

"Lo primero que debe estatuir la ley sustantiva del Estado es la personalidad jurídica del ciudadano. No basta para hacerlo, establecer el privilegio anexo a la ciudadanía; es necesario reconocer en el ciudadano al ser humano y en el ser humano al ciudadano...¿Se concibe un agregado que tenga por destino la anulación, la muerte de los elementos que los constituyen? Pues no debe concebirse una sociedad que tenga por destino la anulación de los individuos cuya vida sumada es su propia vida."

Lo   que   nos   permite   recordar   esta   noche   lo   expresado   en   el Preámbulo, 2do párrafo, de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre:

" [L]a cultura es la más alta expresión histórica y social del Desarrollo Espiritual del Ser Humano, el deber del Hombre es preservar, practicar y promover su cultura a través de todos los medios bajo su poder". (traducción nuestra).

De Diego, en un alegato de derecho memorable frente al Congreso de los Estados Unidos, rechazó la pretensión norteamericana de tratar a los puertorriqueños como nacionales o súbditos. Juan Mari Brás reconstruyó toda esa historia y permitió que el Pueblo de Puerto Rico, en la hora decisiva de su destino, comprendiera que la existencia de la Nación tiene vida propia independientemente de la situación jurídica del territorio y de las clasificaciones que se nos atribuyen. Ese triunfo moral, intelectual y humano adelantó la causa de la libertad de esta Patria en más de 50 años. El reencuentro de nuestro Pueblo con su ciudadanía natural constituye la zapata sobre la cual se construirá el futuro de la libertad de esta Nación.

En ese proceso, nuestra conciencia colectiva se expandió para configurar una Nación reivindicativa y extensiva en la que pactamos la unión con los pueblos del Caribe y de América Latina. Todos unidos para conformar un proyecto de economía de la región. En ese sentido, la integración de Juan y aportes a toda la región latinoamericana marca la pauta de la ruta correcta de nuestra lucha por la identidad: compartir el espacio, el desarrollo, el espíritu, el intelecto, los recursos naturales, las materias primas, la cultura, la igualdad de los seres humanos, cimentado en una patria regional de las Antillas. Hoy la humanidad -toda- se encamina por este derrotero. El establecimiento de alianzas, pactos económicos, tratados, convenciones, comunidades, todas respetando la identidad nacional de los participantes, ilustran un nuevo proceder que postula la apertura de los mercados con miras al desarrollo y bienestar común.

Decir Nación en nuestra Patria es decir justicia. No puede haber espacio para la marginación, la mediatización, la enajenación, la privación y la exclusión. Esta Nación ha padecido desde sus albores el dolor que implica la dominación extranjera y la ausencia de los poderes públicos para construir la vida desde nuestra esencia vital. ¡Qué muchos seres humanos han traicionado y esquilmado a nuestro Pueblo en ese proceso!

¡Cuánta prevenda, negocios y ventajas han conquistado los que han traficado con el poder extranjero a merced de los derechos colectivos y riqueza de la Nación! Pero, el universo nunca deja solos a los que sufren. De una manera misteriosa articula las acciones, construye el discurso y asigna la tarea a los seleccionados -la Tríada- para que cumplan la encomienda vital de reivindicación. ¡Cuánto espíritu de sacrificio!, ¡Cuánta bondad!, ¡Cuánta entrega de aquéllos y aquéllas seleccionados para hacer la justicia! Y en esta hora del dolor de la Nación - todavía perdurable­ nuestro Pueblo sigue buscando un corazón donde estrellar sus penas, penas eternas de los siglos provocada por los que violentan nuestro espacio y nos conminan a la indigna y oprobiosa condición del colonialismo y la anexión, incompatible con la historia, la civilización y los procesos materiales de la humanidad al forjar la Nación-Estado del Siglo XX. Construir el discurso y articular la protesta contra un régimen colonial que violenta los derechos humanos y civiles ha sido una tarea ingente. En ese contexto, Juan Mari Brás es protagonista de los esfuerzos colectivos de la Nación para reclamar su derecho a la autodeterminación e independencia y de los principios básicos y elementales que suponen el ejercicio de la soberanía.

Como subrayara Mariano Abril, todo pueblo hereda un valor psicológico que el tiempo no puede destruir. Son los hombres y mujeres representativos los que realizan los hechos que en su desarrollo cronológico forman la historia. Y es en la vida de esos seres humanos donde debe estudiarse la psicología de los pueblos. Sólo la renuncia en bien de los demás transforma la vida y nos eleva hasta el umbral más alto de la bondad. San Juan de la Cruz describe este proceso como uno en que extendemos nuestro espíritu hacia lo más alto en "Dichos de Luz y Amor". Herman Hesse describe el inmenso sacrificio que supone el llamado de aquéllos convocados al camino del amor: los santos y santas de los Pueblos. Y Rabindranah Tagore afirma que las grandes mujeres y hombres siempre han sido aquéllos y aquéllas que han vivido la vida del sacrificio. La naturaleza más alta del ser humano -nos dice- "siempre busca algo que se supere a sí misma y que sea sin embargo su más profunda verdad; que reclame todo su sacrificio, y que sin embargo sea este sacrificio su propia recompensa". El curso de la historia nos enseña que la soledad nos acompaña en ese largo y tortuoso camino carente de amor y comprensión. La explotación y el discrimen se imponen como una inmensa ola que arrasa todo a su paso, sobre todo a los y las menos amparadas.

Es a partir de esas experiencias que podemos entender al movimiento revolucionario puertorriqueño durante el siglo pasado. La vida de Juan Mari Brás se sitúa en esa dimensión. Su norte fue la reivindicación del Pueblo de Puerto Rico y de todos sus componentes. Asumió todos los sacrificios, personales y familiares, la soledad, el discrimen, la incomprensión y el ostracismo. Con lucha conquistó sus avances en la verdad. Para ello, se requiere grandeza de alma: el servicio a la verdad es el más duro de los servicios.

La voz, discurso y acciones de Juan se suman a las de B.etances, Hostes y Albizu apuntalando una muralla irreductible. Podemos concluir, pues, que el movimiento pro-independencia ha sido a lo largo de los siglos una fuerza moral, una fuerza viva que ha contribuido a forjar una conciencia humanista y progresista, imbuida de valores y de principios que han enriquecido nuestra vida colectiva.

Ese es el legado de Juan Mari Brás. Que nadie dude que, en la hora definitiva, nuestro Pueblo responderá con sus mejores cuadros, mujeres y hombres, para defender la existencia de esta Nación, de esta comunidad histórica, cuya cultura se ha forjado con gran fortaleza a pesar del dominio extranjero. Las generaciones del presente asumen la responsabilidad de completar la ruta y misión trazada por Juan Mari Brás. No descansaremos hasta completar su sueño con nuestra bandera en el lugar más alto, sola, altiva y aguerrida. Y asumiremos la lucha con la misma tranquilidad de espíritu de saber nos asiste la razón, porque el derecho de un Pueblo a ser libre, nos enseñó Juan Mari Brás, es incuestionable en el curso de la historia de la civilización y de la humanidad. En fin, nos enseñó a vivir en la independencia con dignidad.