Entre el 25 y 29 de abril de 1979, se produjo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) un encuentro peculiar entre varios puertorriqueños para discutir la independencia. Entre ellos estaban Rubén Berríos Martínez, Rafael Hernández Colón, Juan Mari Brás, Roberto Sánchez Vilella, Manuel Maldonado Denis, y José Luis González, entre otros. Sus ponencias e intervenciones son parte de Puerto Rico: Una Crisis Histórica, reeditado recientemente por CLACSO como parte de su colección Clásicos Recuperados.

Juan Mari Brás, Secretario General del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), ofreció su ponencia el 27 de abril de 1977 en el Auditorio Narciso Bassols en la UNAM. La tituló “La Alternativa Socialista.” Entre los asuntos que abordó incluyó el colonialismo ambiental y la explotación de los recursos naturales en Puerto Rico. La ponencia manifiesta que Juan Mari Brás anticipó, así como lo hizo Juan Antonio Corretjer, el ecosocialismo. El secretario del PSP integró a su agenda socialista, los problemas ambientales, asuntos apenas atendidos por otros marxistas-leninistas como él.

En la década de los sesenta y setenta, cuando surgió el movimiento ambientalista moderno, las aproximaciones marxistas y anarquistas a la cuestión ambiental fueron muy pocas. En 1962, el ecologista social Murray Bookchin publicó, bajo el nombre de Lewis Herbert, Our Synthetic Environment. En 1971 publicó Post-Scarcity Anarchism. Aunque anarquista en orientación Bookchin introdujo a sus análisis varios elementos del marxismo. Barry Commoner, mediante sus libros The Closing Circle: Nature, Man, and Technology (1971), The Poverty of Power: Energy and the Economic Crisis (1976) y The Politics of Energy (1979) articuló desde el marxismo respuesta a Limits to Grow, que le achacaba al crecimiento poblacional los problemas ambientales. Y aunque menos conocido, el alemán Rudolf Bahro, publicó The Alternative in Eastern Europe (1978) y Socialism and Survival (1982) en los que atendió la relación entre el socialismo y la ecología. Socialism and Survival atrajo la atención de Raymond Williams quien lo incluyó entre las nuevas corrientes marxistas de aquella época. El historiador marxista E.P Thompson escribió la introducción al libro.

Aunque ni Juan Antonio Corretjer ni Juan Mari Brás desarrollaron teorías marxistas o ecosocialistas consumadas sobre las relaciones humanas con la naturaleza o los problemas ambientales, estos fueron parte, al menos en Puerto Rico, de esa corriente que comenzaba a darle un contenido más o menos verde al marxismo. Ambos se expresaron esporádicamente acerca de los problemas ambientales de la isla y participaron de actividades en apoyo a los ambientalistas. El PSP apoyó, en particular cuando todavía era el Movimiento Pro Independencia (MPI), las causas ambientalistas, incluyendo la lucha contra la explotación de minas.

Juan Mari Brás ofreció su ponencia en momentos en que el PSP decaía. Ché Paralitici, en Historia de la Lucha por la Independencia de Puerto Rico, asevera que los conflictos internos, particularmente entre los socialistas y los nacionalistas, ocasionaron el declive y la ruptura de varios grupos con el partido. Pero el ocaso del PSP no evitó que Mari Brás continuara ejerciendo lo que una vez llamó su “primer oficio,” el de orador, y que visitara a México para expresarse con respecto a la alternativa socialista para Puerto Rico.

La alternativa socialista

Juan Mari Brás comenzó su ponencia describiendo el colonialismo como un sistema de explotación: “El colonialismo es, en su esencia, el sistema de explotación humana más brutal y primitivo que perdura en el mundo contemporáneo”. Pero para él, el colonialismo, aunque antiguo y imperecedero, estaba supeditado a la historia; ha tomado distintas formas dependiendo del momento histórico. La teoría marxista-leninista del imperialismo, que orientaba las ideas de Mari Brás, era una teoría de la historia. Mari Brás se refería entonces al colonialismo durante la “fase imperialista del capitalismo monopólico.” En esa fase, explicó el líder socialista, “. . . el colonialismo significa una elevación cualitativa de la explotación capitalista en sí.” Desde su perspectiva, la lucha de clases en las metrópolis había forzado a la burguesía a invertir sus excedentes de capital más allá de sus fronteras nacionales. Según Mari Brás, los capitalistas concretaban esa expansión mediante la explotación de la fuerza laboral en las colonias; la explotación de los recursos naturales de las mismas; la producción de mercados en esas colonias; o mediante una combinación de esas tres estrategias.

En Puerto Rico, explicó Mari Brás, se realizaban las tres formas de explotación capitalista. Procedió entonces a detallar la explotación de los trabajadores puertorriqueños, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos. Luego, describió la explotación de los recursos naturales, empezando con la explotación agrícola de la tierra, las expropiaciones de diversas áreas del territorio isleño, y el dominio estadounidense sobre las islas de Vieques y Culebra. Luego, se refirió a la exportación a la isla de las industrias contaminantes y a la posible explotación de las minas y yacimientos de petróleo en la misma. Finalmente, el líder socialista describió “la explotación del pueblo colonial como mercado de monopolio para los capitalistas de la metrópoli.” Se refería, por supuesto, al uso de la isla como un mercado de consumo de bienes estadounidenses, la integración de Puerto Rico al marco tarifario de la metrópolis, y el cabotaje.

Para el dirigente socialista, aquella “elevación cualitativa” de la explotación colonialista-capitalista en Puerto Rico produjo “una colonia altamente industrializada, con un volumen de producción impresionante que produce inmensas ganancias al capital imperialista norteamericano”. Procedió entonces a discutir esas altas tasas de ganancia para el capital estadounidense en Puerto Rico como la consecuencia de los bajos salarios y las exenciones contributivas otorgadas a las empresas estadounidenses por el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Mari Brás también criticó a aquellos que alegaban que la extraordinaria industrialización de la isla negaba la condición colonial de los puertorriqueños. Mari Brás utilizó los ejemplos de las colonias portuguesas y Hong Kong para refutar esa creencia.

Si bien la explotación de Puerto Rico era para Mari Brás atroz, esta había originado algo positivo, el impulso de la clase obrera en Puerto Rico, el potencial de un nuevo sindicalismo. Además, las contradicciones del capital, manifestadas en las crisis económicas de aquella época anunciaban para el líder socialista, su eventual colapso. Se refería a “la incapacidad inherente que tiene el capitalismo para resolver problemas que son resultado de la inequidad básica del sistema”. La crisis era también política, la que entonces afectaba al Estado Libre Asociado. Para el dirigente del PSP, la alternativa a la crisis y al colonialismo era, obviamente, el socialismo. Pero, la institución del socialismo en Puerto Rico requería como antecedente básico su independencia y descolonización. Además, requería además trascender las fronteras insulares, vinculándola a diversas luchas en Estados Unidos y el resto del mundo.

Mari Brás terminó su ponencia con optimismo, pronosticando el colapso del colonialismo en Puerto Rico, su final en unos cuantos años. Pero, también advirtió sobre los peligros del neocolonialismo, la amenaza de una independencia que mantuviera intacta la “esencia del colonialismo,” la posibilidad de una independencia “sin contenido real”.

El colonialismo ambiental según Juan Mari Brás

Fue abordando el usufructo de los recursos naturales en Puerto Rico que Mari Brás introdujo el concepto del colonialismo ambiental. Lo describió como una fase posterior a la explotación estadounidense de los recursos agrícolas pero previa a la posible explotación de los recursos minerales de la isla, así como de sus yacimientos de petróleo. Sobre el colonialismo ambiental escribió:

Durante estos últimos años otra forma de explotación de los recursos naturales es lo que hemos denominado el “colonialismo ambiental”. Este consiste en el traslado a territorio de Puerto Rico de las fases más contaminantes de muchas de las industrias norteamericanas que las leyes anticontaminantes de Estados Unidos no permiten que se establezcan. Tal es el caso, por ejemplo, de la petrolera que tiene la Sun Oil en el pueblo de Yabucoa, en el oriente de la isla de Puerto Rico, donde se procesa petróleo de bajísima calidad, altamente sulfurado, cuya refinación no es permitida en ninguno de los estados americanos.

Desde esa perspectiva, el colonialismo ambiental abarca el uso de la colonia como basurero o repositorio de los desperdicios tóxicos de los medios de producción más contaminantes de la producción industrial estadounidense.

Un aspecto notable de esa definición del colonialismo ambiental era su carácter histórico. Para Mari Brás, el fenómeno era histórico en un doble sentido, como un proceso que ocurría durante la fase imperialista del capitalismo monopólico y como uno que ocurría en una etapa particular del desarrollo económico de Puerto Rico. Como proceso vinculado a la fase imperialista, el colonialismo ambiental era para el líder socialista una consecuencia de la lucha de clases en las metrópolis. Esta había forzado a la burguesía a invertir sus excedentes de capital más allá de sus fronteras nacionales, incluyendo la inversión de capital en industrias altamente contaminantes. Pero, esa exportación de capital tóxico fue también secuela de la institucionalización de la protección ambiental en Estados Unidos, de las leyes ambientales, un logro del movimiento ambientalista estadounidense. De hecho, el Clean Air Act de 1970, constituido por enmiendas a actas previas, que datan de los 50 y 60, fue producto en gran medida de las luchas ambientales. En los sesenta el movimiento ambientalista estadounidense gozaba de un gran apoyo público; la opinión pública le favorecía grandemente y los niveles de preocupación por el ambiente entre los ciudadanos eran altos. Sin embargo, en los setenta el movimiento ambientalista enfrentó un declive, atado a niveles más bajos de apoyo público.

Como fase del desarrollo económico de la isla, el colonialismo ambiental apareció después de la explotación agrícola del país, durante la era industrial de su desarrollo económico, iniciado con Operación Manos a la Obra. En los sesenta, y más aún en los setenta, la industria local, dominada hasta entonces por el sector industrial liviano, comenzó a ser dominada por la industria pesada, y ciertamente contaminante, de las petroquímicas, farmacéuticas y equipos electrónicos. Pero, las petroquímicas sufrieron un rápido golpe. Desde 1973, con la crisis energética y el alza en los precios del petróleo, las condiciones que favorecieron la expansión de esa industria desaparecieron. El sector petroquímico, que había sido muy dinámico, no sobrevivió la crisis. Las industrias de los fármacos y electrónicos si sobrevivieron. Era precisamente esa trasformación de la economía local y sus consecuencias ambientales lo que Mari Brás acopiaba en su concepto del colonialismo ambiental.

El colonialismo ambiental era además para Mari Brás un problema tanto ambiental como social. Por un lado, degradaba al ambiente contaminándolo, causándole daños a la flora y la fauna. Pero, también les causaba enfermedades, deformaciones y otros daños fisiológicos a los seres humanos. El colonialismo ambiental era para él lo que hoy llamaríamos un asunto de salud ambiental, una preocupación muy común entre los ambientalistas puertorriqueños. Esas preocupaciones sociales y ambientales son similares a las preocupaciones que encontraríamos en el “ambientalismo de los pobres,” las ecologías de la liberación y el movimiento de la justicia ambiental.

Mari Brás, aunque con un comentario accesorio sobre el colonialismo ambiental, dirigió la atención hacia a las consecuencias ambientales del capitalismo-colonialista en Puerto Rico. Como explicó John Bellamy Foster (2009) en Ecological Imperialism and the Global Metabolic Rift muy pocos marxistas tomaban en cuenta esas consecuencias ambientales:

Most historic studies of imperialism, although appreciating the importance that the imperial countries placed on control of Third World resources, have tended to analyze this primarily in terms of its effects on the flows of economic surplus, rather than in terms of ecological damage wrought by the robbing of Third World countries of their resources and the destruction of their environments. Although the latter effects have often been recognized they have been treated as geopolitical problems or as factors affecting economic development and not in terms of ecological imperialism per se, which would require that systematic asymmetries in the exploitation of the environment be acknowledged

Los colonialismos ambientales

El colonialismo ambiental es un concepto polisémico. Muchos estudiosos del tema se refieren al colonialismo ambiental en términos similares a los descritos por Mari Brás. Lo definen como la exportación de contaminantes y desperdicios tóxicos a las colonias y países pobres. Pero ese “colonialismo tóxico” no siempre envuelve la exportación de capital fijo, tecnologías y procesos manufactureros contaminantes, a los países pobres. En la mayor parte de los casos envuelve la mera exportación de los desperdicios mismos, sólidos o de otro tipo, de los centros imperiales a la periferia.

Para otros, el colonialismo ambiental equivale al “imperialismo ecológico” de Alfred W. Crosby. Este demostró la relación intrínseca entre la colonización europea de diversas tierras alrededor del mundo y la exposición de las mismas al modo capitalista y sus consecuencias ecológicas y la implantación de variedades foráneas de organismos. Estas especies invasoras, como aquellos que las trajeron, enfermaron a los nativos, matando inclusive a muchos de ellos. Fue esta doble embestida la que minó la capacidad de los sujetos colonizados para protegerse de los invasores coloniales.

Otros analistas definen el colonialismo ambiental en términos de las diversas formas en que el ambientalismo europeo y estadounidense, en nombre de la protección ambiental, transforman el medioambiente en los países pobres, muchas veces produciendo diversas formaciones de desigualdad ambiental. Por ejemplo, la formación de reservas naturales o refugios de vida silvestre en África han desplazado, marginado y hasta empobrecido a los usuarios tradicionales de esos espacios, negándoles acceso a los recursos necesarios para su sustento y supervivencia.

Todas estas definiciones del colonialismo ambiental destacan distintas consecuencias ambientales y ecológicas del imperialismo y de las prácticas y políticas coloniales y neocoloniales. ¿Cómo unificarlas? Una alternativa es definir el colonialismo ambiental refiriéndonos, como John Bellamy Foster, a todas esas prácticas coloniales que han transformado la periferia—sus ecologías, ecosistemas y paisajes—para satisfacer los requerimientos del centro y garantizar su control sobre el flujo de recursos naturales y humanos. La consecuencia de esta definición, más amplia que la de Mari Brás, es que no podemos limitar el colonialismo ambiental al flujo de contaminantes; esta sería sólo una de las muchas formas que ha tomado el colonialismo ambiental. Además, el extractivismo—la explotación de minas y yacimientos de petróleo—que Mari Brás distinguió del colonialismo ambiental, también serían una de sus formas, así como también la explotación agrícola de las colonias. Y como me recordó el historiador Mario R. Cancel, el control estadounidense de reservas y refugios naturales en Puerto Rico, como El Bosque Nacional El Yunque o el Refugio Natural de Vida Silvestre en Cabo Rojo, también constituyen una manifestación de colonialismo ambiental.

La implicación fundamental de esa definición amplia del colonialismo ambiental es el reconocimiento del imperialismo y el colonialismo como fenómenos inherentemente biológicos y ecológicos, como también afirmó Alfred W. Crosby. No hacerlo sería presuponer que existe o que es posible un colonialismo que no produjera daños ambientales o uno sin componentes biológicos y consecuencias ecológicas.

Pero, todo proyecto colonial es un proyecto socio-ecológico

El colonialismo, en cualquier momento histórico, y en todas sus formas, ha sido un proyecto socio-ecológico cuyos efectos ecológicos se han hecho sentir en todo el planeta, particularmente a lo largo de la interminable era del capitalismo. Si todos los proyectos coloniales son proyectos socio-ecológicos, entonces no podemos limitar el colonialismo ambiental a la fase imperialista del capitalismo monopólico ni tampoco a una fase particular de las etapas nacionales del desarrollo económico, a menos que nos limitemos a una de sus formas particulares en un momento histórico particular. Esto no significa, sin embargo, que no debamos considerar las variaciones históricas en las prácticas coloniales dirigidas a transformar las ecologías, ecosistemas y paisajes coloniales para controlar la circulación de recursos naturales y humanos y acumular capital. Esto nos requiere estudiar cuidadosamente las “elevaciones cualitativas de la explotación capitalista” de las que hablaba Juan Mari Brás.

Necesitamos aproximaciones, tanto teóricas como prácticas, que registren los procesos ecológicos involucrados en el proyecto colonial estadounidense en Puerto Rico. El imperialismo estadounidense no simplemente logró imponer su control sobre el flujo de recursos naturales entre la colonia y la metrópolis, transformando drásticamente el ambiente, sino que además produjo, mediante sus prácticas y políticas coloniales, grandes asimetrías política-económicas en la explotación de los recursos naturales de la isla, un intercambio desigual con la metrópolis y el desarrollo impar. También produjo una significativa “fractura metabólica,” como dirían algunos eco-marxistas, en las relaciones humanas con la naturaleza, dañina para los humanos y otros organismos. Dicho de otro modo, el imperialismo y colonialismo estadounidense produjo en Puerto Rico diversas formaciones de desigualdad ambiental, graves injusticias ambientales. Debemos entonces examinar las prácticas coloniales estadounidenses en el contexto socio-ecológico.

 

• Publicado en 80grados.net, 6 de abril 2018