Son pocos los puertorriqueños que pueden acreditar más de sesenta años consecutivos de militancia en nuestra lucha de independencia. Si hablamos de mujeres, no tengo duda de que solamente ha habido una. Es Paquita Pesquera Cantellops.

Al graduarse de escuela Superior en Bayamón, en 1944 obtuvo el primer honor de su clase. Ya entonces estaba alineada con el pensamiento independentista. Su madre, Dolores Cantellops, una mujer trabajadora que muy temprano en su vida tuvo que hacerse cargo de levantar una familia de ocho hijo(a)s al enviudar, fue quien inculcó en ella los primeros sentimientos patrióticos. En su formación juvenil, tengo la convicción de que fue fi gura clave la de la patriota Isabel Gutiérrez del Arroyo, quien vivía con sus hermanas y familiares en una casa inmediatamente al lado de la que habitaban los Pesquera-Cantellops, en el centro de Bayamón.

Por esa causalidad, al comenzar estudios en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, fue una de las pocas mujeres que se afi liaron a la Sociedad Independentista

Universitaria (SIU) en los primeros tiempos de esa entidad que fue, sin lugar a dudas,la gestora del movimiento estudiantil que culminó en la primera y única elección del presidente, vice-presidente y secretaria del Consejo General de Estudiantes por parte del estudiantado en su totalidad. Esa elección fue la de Jorge Luis Landing como presidente, Juan Noriega Maldonado como vice-presidente y Noemí Rodríguez como secretaria. Fue ese nuevo Consejo de Estudiantes el que acordó brindar un recibimiento masivo a Don Pedro Albizu Campos a su regreso al país, tras diez años de prisión y destierro, en diciembre de 1947.

Recuerdo muy vívidamente haber hecho todo el recorrido del recibimiento a Albizu junto a Paquita, a Cotate Gutiérrez del Arroyo y a Roberto Beascochea Lota. Recuerdo también que ambos pudimos saludar a Don Pedro luego de hacer una larga fi la tras su discurso en el Parque Sixto Escobar al término de los actos del recibimiento.

Como Paquita fue becada por la Universidad, en virtud de su alto promedio académico y las necesidades económicas de su familia inmediata, mantuvo desde el comienzo de sus estudios en la UPR una relación estrecha con la Doctora Carmen Rivera de Alvarado, quien dirigía la Oficina de Servicios al Estudiante. Como cuestión de hecho, fue por medio de Paquita que pude conocer a Doña Carmen, quien llegó a ser, en verdad, una de las personas mas allegadas e influyentes en mi vida, tanto en la etapa estudiantil como en los años posteriores de nuestra militancia independentista.

Paquita terminó sus estudios de bachillerato, con concentración en Economía, en diciembre de 1947. Por eso no participó directamente en la huelga universitaria de 1948. Ya en enero del ‘48 empezó a trabajar como maestra de escuela superior en el Departamento de Instrucción Pública. Recuerdo que durante la Revolución Nacionalista de 1950, cuando yo estaba en Wáshington a mitad de mis estudios de Derecho, Paquita trabajaba como maestra en la Escuela Superior de Jayuya. Yo llamé desde la capital norteamericana a mi padre en Mayagüez para que fuera a averiguar el paradero de Paquita y le auxiliara en lo que fuera necesario. Él así lo hizo. Pero no tuvo que realizar mayores gestiones porque los jóvenes alumnos de ella que se incorporaron de alguna manera al movimiento revolucionario se ocuparon de protegerla y dejar saber a los insurrectos que la profesora era “una de las nuestras”.

En Wáshington, Paquita comenzó a tomar cursos hacia los estudios post-graduados en Economía en la American University y trabajó como asistente de investigación en la American Trucking Association. Como todos los puertorriqueños que vivíamos en la capital norteamericana a la sazón, y en particular los independentistas, fue perseguida por el FBI incesantemente, a partir de la insurrección Nacionalista, que incluyó el ataque a Blair House por parte de los patriotas Griselio Torresola y Oscar Collazo.

Al regresar a Puerto Rico, Paquita reanudó sus trabajos como maestra de escuela superior en la Escuela Vocacional de Mayagüez y varios mayagüezanos que fueron alumnos en sus clases, me han dicho en diferentes ocasiones que recuerdan con gran estima las enseñanzas que recibieron de ella.

Posteriormente, Paquita se matriculó en los estudios de maestría en Economía en el Recinto de Río Piedras de la UPR. Allí terminó dicha maestría al someter una tesis que es, sin duda, el primer estudio exhaustivo que se realizó sobre el impacto negativo de la aplicación de las leyes de cabotaje de Estados Unidos a Puerto Rico, en lo que respecta a la economía de nuestro país. En verdad, esa tesis tiene la envergadura de una disertación doctoral. Sus estudios doctorales en la Universidad de Madrid, que nunca pudo terminar por los conflictos con sus obligaciones familiares y profesionales, giraron en gran medida en el seguimiento de su atención especializada al área de las leyes que regulan la transportación marítima.

Siendo profesora de Economía en la Universidad en Río Piedras tuvo el privilegio de tener en una de sus clases a su hijo mayor, Santiago Mari Pesquera, (Chagui), cuando éste cursaba, al igual que lo hicieron sus padres, el bachillerato en Ciencias Sociales en ese recinto, del cuál se graduó, expidiéndose el diploma al efecto póstumamente.

La muerte, por vil asesinato político, de su hijo mayor, causó un impacto, como es natural, muy hondo en la vida de Paquita. Mantuvo, sin embargo, tanto su cátedra, en la UPR y en otras instituciones universitarias en Nueva York, como su militancia, dondequiera que residiera, en nuestra lucha de independencia.

Paquita fue fundadora del Partido Independentista Puertorriqueño, del Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico, del Partido Socialista Puertorriqueño, de Causa Común Independentista, del Congreso Nacional Hostosiano, del Comité de Puerto Rico en Naciones Unidas, así como de la entidad que surgió como fusión del Nuevo Movimiento Independentista y el Congreso Nacional Hostosiano, con el nombre de Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH). En la actualidad, es presidenta de Causa Común Independentista y como tal, representante de esa organización en la dirección tanto del MINH como de COPRONU.

Por dondequiera que uno se mueva en este país, escuchará los elogios de profesionales que fueron sus alumnos en escuelas y universidades, y que la recuerdan como una maestra de gran capacidad e indiscutible vocación para la enseñanza, que impartió siempre fundándose en el inmenso amor que tiene por esta patria que todos compartimos con ella.

Mujeres de su envergadura son las que hacen que nuestra noble causa pueda transmitirse de generación en generación. Por eso es que esta causa es invencible.

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En Rojo, junio 2006